miércoles, 19 de febrero de 2014

Tratado de la No Violencia. La a-política sobre violencia en el fútbol

La introducción de una política pública represiva contra el espectáculo del fútbol durante el primer gobierno democrático de derecha en casi medio siglo avivó la discusión en torno a la violencia en el fútbol dentro de Chile. 
Nuestro país  caracterizado por el respeto a las instituciones, el orden y el control vio como durante la década de los 90' se inició una escalada de actos violentos dentro de los estadios y en las poblaciones populares. La polarización del "barrismo", es decir el fanatismo partidista y religioso por determinado equipo de fútbol, se debió a una suma de factores sociales y culturales post-dictadura militar. 

Durante la década de 1990 en Chile existe una explosión de movimientos sociales y culturales, todos estos reprimidos por la dictadura y que en la transición pudieron desarrollarse que mayor libertad. Dentro de los diversos movimientos, se encuentran las barras institucionalizadas. 
Si bien durante la dictadura existieron y fueron participes directos del espectáculo deportivo, las barras no ejercían presión real sobre las decisiones deportivas de sus equipos, como tampoco existía un contenido más allá que el de un grupo de personas con una filiación común a un equipo de fútbol. Si bien fueron instrumentalizadas en algunas ocasiones, esta instrumentalización no supuso una fuerza de presión o elemento real demandante.

Aún cuando existieron reales hechos de violencia durante los 17 años del régimen de Pinochet, como la constantemente mencionada protesta en la despedida de Carlos Caszely, estos no fueron centrales en la dinámica del espectáculo del fútbol, como tampoco se convirtieron en constante. Con la explosión democrática, la libertad de reunión y el espíritu de reconstruir los lazos comunitarios, es que las barras bravas comienzas a articularse en torno de los espectáculos deportivos.
La organización de barras bravas se tejía en torno a cánones comunes. Sectores específicos de la ciudad, rangos etáreos comunes e intereses similares. En el caso de la barra brava Los de Abajo, los jóvenes provenían principalmente de Santiago Norte, Sur y Poniente. Muchos venían de barrios populares, pero este elemento no le da identidad ni forma a las barras, debido a que también dentro de cada organización se hacían presente jóvenes de clase media e incluso acomodada, pero con intereses comunes y de edad similar. El elemento socio-demográfico siempre ha estado presente en todas las organizaciones de la sociedad civil  debido a que incide directamente en los intereses de algunas agrupaciones, pero no es determinante ni condicionante en este caso, aún cuando los pocos estudios serios sobre el tema en el país han dado atisbos de que es -matices de por medio- de ésta manera. Es escenario común enumerar dentro de las causas de la violencia en el espectáculo del fútbol en Chile a la marginalidad de los componentes de estas barras, comprendida como el origen demográfico del barrista,  necesariamente invisibilizando a quienes forman parte del fenómeno, pero no se encuentran dentro de esa categoría. Error común, como el mismo de asociar directamente la violencia al alcohol o drogas.

Con horror presenciamos durante los 90', imágenes sangrientas dentro de la barra Garra Blanca. Asaltos y saqueos de barristas en viaje a regiones siguiendo a sus equipos, muertes en diversos barrios debido al color de camiseta y sus constantes vueltas de mano o venganzas. 
A raíz de este fenómeno, es que durante el periodo se elevó, desde el mundo político, una respuesta para frenar y controlar la violencia del espectáculo del fútbol. Es así como nace la conocida "Ley de violencia en los estadios". Política pública represiva, la cual pretendía enjuiciar, castigar y eliminar a la violencia de los estadios de Chile, como también eliminar a los "violentistas" de los espectáculos. Los resultados de tamaño trabajo, durante los últimos 18 años se pueden traducir en una lista no mayor a una hoja. Excelente relación si es que la violencia se hubiese erradicado del espectáculo del fútbol, pero no. La pequeña lista da cuenta de como esta política pública fracasó, tanto en forma como en fondo.  Las muertes continuaron, los delitos asociados al espectáculo deportivo aumentaron, aún cuando la asistencia a los estadios demostró una curva hacia la baja. 

Luego de una década de violencia generalizada en el fútbol, explicada como resultado natural de las libertades post-dictadura, generación heredera de la represión,  durante el 2000 la violencia bajó en intensidad como en cantidad, esto debido a diversos factores, -los cuales no van al caso explicar en esta ocasión- lo que repercutió en que la autoridad no ahondara en la problemática como tal, disminuyendo la atención mediática sobre el problema y así también disminuyendo los esfuerzos por solucionar la situación.

La violencia siguió existiendo, las barras continuaron con sus luchas de poder internas y los enfrentamientos entre estas. El fenómeno se amplió, afectando ya no solo a los dos más grandes, si no que también a otros equipos de menor envergadura. Casos dignos de estudio son los ocurridos con la barra de Universidad Católica y en menor medida algunas barras de equipos de provincia, como los de Wanderers y Coquimbo Unido. Pero ante tal situación, la autoridad no ejerció mayor presión sobre estos grupos, como tampoco evaluó ni planteó políticas públicas que atacaran o solucionaran el problema.

Si a comienzos de los 90' las barras se asentaron y en la segunda parte de la década tuvieron su peak de violencia, durante los 2000 capitalizaron, a través de la organización y la acción, su poderío a un nivel más allá del estadio. La "profesionalización" e institucionalización de las barras bravas en Chile vivió su momento más álgido durante la primera parte de la década del 2000. Verdaderas organizaciones logísticas se construyeron alrededor del nombre de un equipo. Los De Abajo llegaron a constituirse como una institución con ingresos propios a través de la venta de merchandising, derechos publicitarios y de imagen. Se convirtieron en una marca reconocida, a la cual algunas empresas quisieron asociarse. El poderío de las barras se institucionalizó tanto a nivel de clubes como también a nivel social y político. Los líderes de aquellas barras se relacionaron directamente con el poder, a través de relaciones personales con personajes públicos, políticos de renombre y figuras de diversa índole. Todo esto ante la venia del poder y la complacencia de las autoridades de turno. Las barras crecieron junto a su capital de poder, y este crecimiento fue seguido por la indiferencia de quienes podrían haber puesto coto a este crecimiento y por consiguiente a la violencia que arrastraban.

Las muertes seguían ocurriendo, los enfrentamientos se trasladaron desde los estadios y sus inmediaciones hacia las villas y poblaciones, incluso a regiones. Son varias las muertes asociadas a riñas callejeras que fueron iniciadas por diferencias en el color de camiseta, pero en Chile la autoridad jamás se interesó en encontrar un nexo entre la violencia del fútbol con la violencia callejera. Es difícil argumentar razones, pero hay un dato a la causa, El estado nunca ha realizado un estudio estadístico de la cantidad de muertes ligadas a la violencia en el fútbol, como tampoco se ha mostrado interesado en financiar o promover dicho conocimiento, otra muestra más de que en realidad poco le interesa el tema en cuestión.

Finalmente llegamos a la actualidad, en la cual el gobierno de Piñera ha impuesto una política pública ligada directamente a la censura, coartando la libertad de los individuos e intentando controlar las conductas de estos a través de la represión física, legal y simbólica, pero que es heredera directa de la indiferencia y el desconocimiento. Se han perdido más de 20 años de experiencia práctica sobre el tema debido a la falta de interes por solucionarlo. Los resultados de Estadio Seguro están a la vista. Los estadios no son mas seguros, como tampoco las inmediaciones. Las muertes por violencia en el fútbol no se han reducido significativamente, aunque eso creemos, porque realmente no existe parámetro alguno con qué medir tal situación. Suponemos que no han disminuido porque en lo que va de este 2014 ya han muerto 2 personas por violencia ligada al fútbol en el país.

Entonces cabe preguntarse; Además de los discursos de buena crianza, los cuales funcionan como calmantes ante situaciones de alarma, ¿está el Estado en su conjunto interesado en solucionar el tema de la violencia ligada al fútbol? Si lo estuviera, quizá debiera comenzar por cimentar un estudio concienzudo sobre la situación, tomar ejemplos válidos aplicados ante escenarios similares en diversas partes del mundo (y no tomar a la ligera el "modelo inglés", el cual es muchísimo más que erradicar a los barrabrava de la cancha y empadronar a los hinchas). Si fuese interés del Estado darle coto a la situación general, debe situar sus esfuerzos en buscar causas y no culpables, soluciones completas y no sectoriales. Se trata de integrar y no excluir y desde ese punto debe partir el tratado de la No violencia.

Fútbol empresa. En búsqueda de la legitimidad: La Bengala de la discordia.

La relación entre las bengalas y el fútbol chileno tiene larga data, más de 25 años... Aquí otro capitulo más entre este útil artificio y la redonda.

Cómo podremos definir la situación que actualmente atraviesa el espectáculo del fútbol profesional en nuestro país?
A esta pregunta se puede responder desde varios puntos de vista y de diferentes métodos o maneras. A través de la teoría social, económica, cultural. Desde el poder, también desde la Historia e incluso la ciencia política. Puntos de vista variados, que incluyen la ética, moral y costumbres. Complejizar, desde la teoría, puede ser engorroso e incluso extralimitado, también es necesario para comprender mejor la problemática, pero al final del día, gran parte de nosotros preferiríamos dar cuenta sobre este tema desde la experiencia personal nada mas.

Con el advenimiento del modelo 100% mercantil del fútbol profesional a mediados de la década pasada, se trastocó uno de los pocos bastiones que se mantenían en píe ante los embates del capitalismo descarnizado. Si bien la concepción de Club a la que estuvimos acostumbrados en Chile durante toda la Historia de nuestro fútbol es muy diferente a las que vemos en la vecina Argentina, donde los socios se cuentan por decenas de miles en cada institución y las asambleas son verdaderas acciones políticas y sociales, nuestros clubes, "a la chilena", se componían de un espíritu, una idea e ideales con los que nos sentíamos identificados, cada cual a su manera. Ya sea la nueva U de Orozco, con su bella concepción sobre el fútbol como un bien social, o la comunidad que formaban el "Shago" Morning, Wanderers y Coquimbo por nombrar algunos en torno al equipo de fútbol, componían una esfera que brindaba un escape, una resistencia a los cada vez más largos tentáculos del sistema capitalista, al consumo y principalmente al individualismo. Eso cayó, y cayó feo. Cayó a través del poder, cayó a través del lobby y los intereses de unos pocos, que mandan a muchos. Utilizó subterfugios de la legalidad, infestó el poder del Estado y se legalizó a manera que la misma constitución lo validó. Con marullos dignos de la Camorra, que ya se quisieran los Rodriguez Gacha. La mitad de la década pasada finalmente, y luego de infructuosos intentos (Como el ya mencionado BHC con Colo-colo en los albores de la dictadura) el mercado se apoderó legalmente del fútbol.

Esta legalidad fue reafirmada y legitimada a ratos, gracias a lo que intrínsecamente va ligado al fútbol, los resultados. Fue primero la época brillante de Borghi, en la cual Colo-colo fue el puntal del fútbol empresa, el modelo ideal del manejo deportivo. Ejemplo ampliamente difundido y enaltecido por la prensa. El hijo pródigo del negocio, Blanco&Negro, demostraba con hechos, con puntos y papeles, las bondades del modelo. Ganaba en la cancha y en la bolsa, muchos pensaron que efectivamente el modelo era bueno, excelente y aún más fueron los que creyeron en que todos podían ser como el equipo de Borghi.
Luego vino la U. Liderados por un hombre especialmente calmo, con una imagen de tipo recto, cuerdo, con sentido, incluso sensato, Federico Valdés lideró Azul-Azul en su época más gloriosa. Ganó títulos, logró resultados deportivos exitosos, campañas inauditas en el plano internacional y coronó todo con la obtención de la Sudamericana. En ambos casos, modelos exitosos de gestión deportiva y financiera, los números siempre fueron azules. Durante ambos periodos, las voces disidentes, anti S.A eran tenues, muy reducidas, solo a grupos férreos, con convicciones tan grandes como su amor por la camiseta.

El cuestionamiento a la legitimidad de las sociedades anónimas varía, normalmente, según sus resultados deportivos. Como también se explica por el cambio o la adopción de símbolos y del lenguaje (La adopción por ejemplo de figuras históricas como apoyo frente a los fanáticos, conservar conceptos como el "club" por sobre la empresa, "dirigente" sobre accionista o los socios en vez de "abonados"). Cuando a Colo-colo le comenzó a ir mal, el CSD comenzó a alzar su voz, a cuestionar la legitimidad de quienes se adueñaron del equipo. Ya no se hablaba del "Colo", se hablaba del "Colo" y de Blanco&Negro, no como uno -a diferencia del periodo inmediatamente anterior- si no como dos elementos diferentes. La misma prensa que ensalzó la gestión del directorio de la empresa, comenzó a cuestionarlo, como también a cuestionar al modelo. En el caso azul la situación se presentó de manera similar, pero con diferentes matices. La llegada a la presidencia de la empresa Azul-Azul de José Yuraszeck (con toda la carga negativa que implica el personaje) posicionó a la S.A en un escenario distinto al que dejó Valdés. La suma de la extrema soberbia del personaje Yuraszeck, junto a la baja en los resultados comenzó a prender la llama en quienes jamás cuestionaron el modelo impuesto como también enalteció la de quienes siempre lo cuestionaron, la legitimidad del modelo comenzó a estar en entrevero, la opinión pública se cuestionó la validez de este. Entremedio los casos de San Felipe, Deportes Concepción y Copiapó, si bien no alcanzaron notoriedad pública, sirvieron para quienes criticaban férreamente al fútbol negocio, como argumentos válidos para atacarlo, para deslegitimarlo. En estos casos siempre la balanza se inclinó por el peso de los resultados deportivos, los cuales, mal que mal, siempre han sido el elemento mas gravitante en el fútbol. Pero actualmente nos enfrentamos a un escenario poco sospechado, quizá no visualizado de manera relevante por quienes observan y analizan el fenómeno del fútbol moderno. La legitimidad del modelo desde los hinchas hacia las empresas.
Este fenómeno se comenzó a gestar desde el gobierno de derecha elegido el 2010. El plan Estadio Seguro (designado de esta manera en concordancia con el plan de marketing ideado desde el management, introducido a la administración pública desde el modelo económico imperante - así como "Estadio Seguro" existe planes como "Barrio Seguro" "Chile Seguro" etc.-) comenzó a implementar una serie de medidas coercitivas en los espectáculos del fútbol, restringiendo el ingreso de elementos considerados "peligrosos" a los recintos deportivos. Estas medidas, apuntaban directamente a la desarticulación de cualquier movimiento disidente que pusiera en peligro la estabilidad de cada empresa a cargo de un equipo de fútbol y en especial en los llamados "equipos grandes". La idea era coartar la capacidad de movilización y fuerza de estos movimientos a través de un ataque directo a su capital de poder, la galería. La eliminación de los bombos, lienzos y artificio, además del férreo control sobre quienes las componían obedece a un ataque hacia el poder de quienes movilizan las hinchadas, descabezando cualquier idea masiva que fuese contra la maquinaria del fútbol negocio. Con el pretexto de eliminar la violencia ligada al espectáculo, como también aumentar la seguridad en los recintos deportivos para permitir "la vuelta de las familias al estadio" (El fútbol jamás ha sido un espectáculo familiar. Si bien existen familias que acuden al estadio, estas son una proporción ínfima de la cantidad total de espectadores, ya que el fútbol ha sido desde sus inicios un deporte y espectáculo eminentemente masculino y violento) la implementación del plan fue apoyada por los clubes y validada por la prensa. Los resultados de Estadio Seguro han sido variados, nefastos si lo que se buscaba era eliminar la violencia y aumentar la seguridad (la escalada de violencia entre barristas en los últimos meses se ha intensificado a niveles similares a los de la década de 1990, con más de una muerte al mes ligada a riñas entre barristas de hinchadas rivales) pero realmente efectivos en controlar socialmente a la masa ligada al fútbol y reducir la coartar la capacidad de acción de las barras. Y es en este último ámbito en el cual fijamos la finalidad del texto, el control de las masas y la validación del modelo.

Durante el último mes, Azul-Azul recibió desde la CSF una multa ademas de la correspondiente amonestación debido a la utilización de artificio por parte de la hinchada Los de Abajo en el partido contra Guaraní del Paraguay en el Estadio Nacional de Santiago. Azul-Azul anteriormente había sufrido castigos similares por la actuación de la hinchada en Rosario, Argentina como también en el mismo Estadio Nacional por situaciones idénticas. La diferencia es que a la ya conocida multa en dinero, la empresa recibió una advertencia sobre la repetición de estas actitudes por parte de la barra. Es aquí donde la historia se vuelve confusa. La CSF prohibió  la utilización de todo tipo de artificio en sus torneos debido a la muerte de un hincha boliviano durante un encuentro de Copa Libertadores disputado en la ciudad de San José de Oruro. En aquella ocasión, hinchas del Club Corinthians de Sao Paulo detonaron fuegos de artificio en la galería, los cuales, debido a la mala manipulación de un artificio, causaron la muerte del fanático. Por este motivo es que Azul-Azul sufrió la multa y advertencia sobre la actuación de Los de Abajo. La prensa nacional hizo eco de la amenaza de la CSF y difundió diversas interpretaciones sobre la misma. Como se hace habitual, la desinformación proporcionada por los medios se propagó a través de la fanaticada que finalmente entendió que otro artificio encendido en la galería significaría jugar sin público en competiciones CONMEBOL por dos años (noticia mal interpretada, debido a que dicha suspensión sería analizada por el organismo y segundo, sería aplicada solo a un sector del estadio http://www.conmebol.com/es/content/sancionan-universidad-de-chile-por-el-uso-de-bengalas). Y aquí es donde se mezcla la historia.



Los fanáticos azules se dividieron en torno a una bengala. La concesionaria empleó diversos medios de comunicación para ejercer presión sobre la hinchada, instando a los mismos hinchas a grabar, denunciar y denostar públicamente a quien osara utilizar artificio en algún partido de la U como local, a lo que una parte de la parcialidad respondió apoyando la medida y atacando directamente a quienes por el contrario, no se cuadraron con los comunicados de la empresa Azul-Azul. Por otro, estos últimos, presionados por los medios de comunicación y sus propios "camaradas", utilizaron un discurso contestatario ante la empresa, amenazando con desobedecer dicho comunicado y promoviendo la utilización de artificio como medida de presión ante las pretensiones de la empresa y también como una forma de desobediencia frente a la imposición de conductas de comportamiento impuestas en el espacio ejercido como propio. Es así, como finalmente la S.A se legitimó con gran parte de los hinchas, quienes dieron su apoyo a la empresa de manera irrestricta, bajo un discurso reproducido sin mayores cuestionamientos y atacando directamente a quienes por largo tiempo formaron parte importante del espectáculo del fútbol. Los otrora hinchas ahora se convirtieron en delincuentes y fueron apuntados por el dedo por quienes en otros tiempos se retrataron con la barra de fondo y cantaron sus canciones.
Finalmente, la ansiada legitimidad, tantas veces buscada por el fútbol negocio a través de los resultados deportivos llegó de la mano desde la vía menos esperada, poniendo a quienes fueron anteriormente uno, como antagonistas. Como fiel reflejo de una sociedad individualista y un Estado policial, los mismo fanáticos azules se convirtieron en la policía de sus camaradas, acusando, grabando y denostando públicamente a otros simplemente por tener una formación diferente y pensar distinto.