jueves, 15 de noviembre de 2012

Maldita gloria. La mufa del Nacional.

Era una época dura, de las más duras que hemos vivido. La crisis del 29 pegó duro la tercera década de la pasada centuria. Entre cesantes, hambrientos y más necesidades que satisfacciones urgía la necesidad de brindar soluciones al pueblo, a sus bocas y bolsillos. Se cree, porque la Historia así lo ha planteado, que la mejor herramienta para enfrentar las crisis en materia laboral es la fuerte inversión del Estado. En pleno auge desarrollista, se conjugaban una serie de elementos para cimentar, de una vez por todas, un espacio común para la práctica del deporte en Chile. 
Las necesidades de los sportsmen de la época, sumadas a las del pueblo por trabajo y del Estado por mejorar la situación, le brindaron al país su mas mítico e importante recinto deportivo. El Nacional, la casa del deporte chileno veía la luz y concretaba los anhelos de la población.
Será un elefante blanco, jamás lo vamos a llenar. Comentario común a la hora de evaluar tan imponente recinto. En efecto, la mole de cemento y tablón, gigante para esa y esta época, recibió las más diversas críticas. Pero el recinto deportivo más característico, al contrario de los pronósticos, se llenó, y lo hizo muchas veces.

El Nacional ha recibido jornadas gloriosas en sus pastos. Un mundial adulto, innumerables sudamericanos y Copa América. Eliminatorias mundialistas, mundiales juveniles, copas internacionales por doquier y uno que otro recital. Un dato. Es el estadio que ha recibido más finales de Copa Libertadores y Copa América.

Pero el mítico recinto ñuñoino es también tristemente célebre por ser utilizado como campo de concentración y de reclusión durante la dictadura de Augusto Pinochet. Los chilenos han derramado sudor en el gramado, sangre en sus galerías y dejado sueños en sus pasillos, como también han depositado sus votos en las urnas que se instalan de vez en cuando en el perímetro del estadio y más de algún amorío nació entre el fragor de la chicha y el tinto para el dieciocho con sus ramadas.

El sufrimiento, los llantos y gritos de sus presos, dicen, se escuchan por las noches cuando todas las luces se van. Son los penitentes, esos del 73 que piden a gritos que no los olviden. Como la puerta 4, que, como símbolo de la memoria, aún se mantiene como cuando brindó refugio a los cuerpos de quienes solo soñaron con una sociedad mejor.

Sobre el elefante blanco se han cargado nuestras alegrías deportivas como también los fracasos, y estos últimos son la regla. Pesa una cierta "negatividad" por así llamarlo sobre el coloso de Ñuñoa y no son pocos los supersticiosos que de vez en cuando, tragedia deportiva mediante, rememoran el amargo registro de derrotas en sus pastos. Claro, existen alegrías. Como cuando el "Matador" y "Candonga" Carreño nos devolvieron a un mundial después de 16 años de frustraciones. Como el gol de Orellana frente a Argentina. Pero lo más común fueron las derrotas.

Así lo vivió la selección el 62. Cayó en semifinales con el Brasil campeón, ese del ángel de las piernas torcidas, el más grande, alegre y brillante futbolista que nos regaló la canarinha. Manoel Francisco Dos Santos en la cédula, Mané para los amigos y Garrincha para los que se deleitaron viéndoloEse cotejo ha sido descrito como "raro", pero bastante común en nuestro ideario. Jugamos como nunca, perdimos como siempre.
Luego vino el mítico Colocolo 73. De la mano del "Zorro" Álamos, el padre del mejor equipo chileno de todos los tiempos, el "Ballet Azul". Consiguió, mediante soberbias actuaciones del gran Carlos Cazsely, "Chamaco" Valdés y el "Pollo" Véliz, ilusionar al país con la primera Copa Libertadores. La final, jugada contra Independiente se definió en el Centenario de Montevideo, donde los colocolinos perdieron 2-1. Pero gran parte de la ilusión se hipotecó en el Nacional. Colocolo no pudo lograr diferencias de local tras un sorpresivo empate en Argentina. No se podía celebrar. 
Nuevamente en 1981 el país vibró con la emoción de tocar la Copa. Al igual que el Colo del 73 y la Unión Española del 75, Cobreloa lograba llegar a la final -por segunda vez consecutiva, el 80 cayó frente al Rubronegro, el Flamengo de Zico-. Esa primera final sentó precedente. Ante la absoluta superioridad de Cobreloa sobre los equipos del atlántico jugando en la altura de Calama, la Conmebol creó la "Ley Calama" la cual hasta el día de hoy se aplica para fases finales de copas internacionales. Esta ley, exigiendo un aforo superior a las 40.000 personas, no permitió a Cobreloa disputar la llave de local, con lo que hipotecó sus chances de éxito y de pasada acrecentó las ventajas de los equipos del atlántico. Y no podía ser mejor. Enfrentando a Peñarol consiguió un empate, el cual le daba la primera opción de dejar la Copa en casa. 

Museocobreloa.blogspot.com

Pero quiso el destino, que esa noche en el Nacional fuesen charruas y no loinos quienes se abrazaran en festejo. El cuadro naranja cayó 1x0, cuando Fernando Morena clavó el único tanto a poco del pitazo final. Ya comenzaba a circular, de boca en boca, la mufa del Nacional.

Largos años pasaron, tras los 80,  la más nefasta década del fútbol rentado en Chile y la debacle económica de los clubes grandes, la ilusión volvió a instalarse. Colocolo y la UC disputaron finales de Copa Libertadores, la del 91 terminó en alegría y la del 93 en derrota. En Pedreros el cuadro albo terminó de construir su cancha y disputó la final, por su lado Católica, tras una estrepitosa caída 5x1 en Sao Paulo, solo logró remontar un par de goles en Santiago .
El 96 fue La "U" la que hizo soñar al país. Con un equipo plagado de estrellas, al mando de Leonardo Rodríguez y Marcelo Salas llegó a semifinales de la Libertadores. Al igual que el 73, 75, 80, 81 y 93, la opción se hipotecó en la cancha del Nacional. 1x1 en el marcador y viaje a Buenos Aires, lo que siguió no vale la pena comentarlo. Esa final fue entre dos ladrones, uno con la banda sangre, River y el otro con la polera manchada de sangre y cocaína. El más veces subcampeón y jamás campeón de la Libertadores, América de Cali.

Luego nos remontamos al año 2006. Colocolo, con Borghi como DT, lograba nuevamente ingresar a una final internacional. La Copa Sudamericana, heredera de la Copa Conmebol, la supercopa y las Merconorte y Mercosur, era el trofeo en disputa. El cuadro albo llegaba con un empate desde Hidalgo, y ya tenían la copa en sus manos, desmereciendo al Pachuca mexicano. 



Pero la maldición del Nacional se hacía presente nuevamente. Suspendido por el lanzamiento de un proyectil desde la galería, el estadio Monumental no pudo recibir la final del torneo y Colocolo hizo de local en Ñuñoa. Con goles de Caballero y Giménez, el cuadro de Hidalgo logró dar vuelta la llave, llevarse la primera copa de torneos Conmebol a México y sumir en llanto al pueblo albo. Aparecía nuevamente la mufa del estadio.

Ante tanta mala suerte y sufrimiento que había brindado el estadio Nacional al fútbol chileno, no faltaron quienes, el año 2011, temieron por el mismo desenlace. 

Universidad de Chile venía cumpliendo una espectacular campaña durante el segundo semestre. Lider indiscutido e invicto tanto del campeonato nacional como en la Copa Sudamericana, llegaba a cerrar la llave final en ventaja, tras vencer 1x0 a Liga Deportiva Universitaria, en su fortaleza de Quito.

Pero existió, en el imaginario de los hinchas y creyentes un hecho que, de seguro, tuvo un significado especial. Tras el caos provocado por la mala organización en la venta de entradas y la inexperiencia de la concesionaria que estuvo a cargo del club, se determinó la venta de boletos en el estadio. Miles de hinchas azules pasaron noches en vela buscando su ansiado ticket. La autoridad, al ver la cantidad de personas fuera del recinto y temiendo a la reacción de la masa en cuanto se acabaran las entradas, decidió abrir el recinto en plena madrugada. Lo sucedido esa noche por quienes la vivieron se describe como "mágico". Llenaron la galería sur, cantaron al ritmo de su aliento y se atrevieron a entrar al campo de noche, algo que no sucedía desde los tiempos en que la violencia de la dictadura cambió el deporte por sangre. Por primera vez el Nacional, el Pasional para los bullangueros, recibía risas, cantos de alegría y esperanza desde sus tiempos de cárcel política. 

Eduardo Vargas en dos oportunidades y Gustavo Lorenzetti se encargaron de eliminar la maldición. Desataron la alegría, el carnaval y el grito contenido por mas de 70 años en el gramado ñuñoino. Esos azules, de la mano de Jorge Sampaoli se atrevieron a enfrentar a los fantasmas del fracaso anidado por tantos años y por primera vez, triunfaron.


Quien sabe, quizá ese grupo de fanáticos azules que enfrentaron el sufrimiento con alegría esa noche de diciembre en el Nacional, fue capaz de terminar con la maldición de la cancha, con la Mufa del Nacional.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Carta abierta al cuerpo técnico de la U.

Hoy hemos sufrido, es cierto. Innegable es la tristeza de este resultado en nuestros corazones, pero la tristeza queda en el marcador, no en la cancha.

Ustedes representan lo que todos aspiramos, el lugar donde pertenecemos, la manera en que pensamos. 
Todo lo realizado durante poco menos de dos años para con nosotros, es digno de aplauso.

¿Qué le debía Beccacece a la U? ¿Cual era la deuda de Dessio con nosotros? ¿Qué compromiso tenía Sampaoli con nuestros colores? 
Cuando ustedes llegaron a vestir el buzo azul con la U en el pantalón no existían más que ilusiones y proyectos. Los mismos que existen cada vez que alguien nuevo viste nuestros colores. 

No salieron de nuestra cantera. Jamás alguno vistió la camiseta como jugador ni tampoco tuvo algún cercano que lo hiciera; No existía lazo alguno entre ustedes y nosotros. 


Qué tuvimos de diferentes para que nos entregaran todas estas alegrías? 

Somos un grupo de personas muy diversas en pensamiento y actuar. De diferentes lugares, cunas y tumbas, apellidos, nombres y fines. Solo con un amor inmenso y una lealtad inquebrantable por un símbolo y una camiseta; Esa que semana a semana nos distingue de los de más y nos hace, siendo diferentes todos, uno solo. 

Ustedes temen al fracaso. Me imagino que temen al fracaso mirándolo en contraposición al éxito, pero qué es el éxito? Es el resultado? Es la Copa? Para nosotros el éxito no es ser mejor que el otro, el éxito es ver cumplidos nuestros anhelos y llenar el corazón de gozo al ver las alegrías que todos juntos conseguimos. Esas alegrías no se reflejan solo en un marcador, se reflejan en la manera que se hacen las cosas, de como se enfrentan las adversidades y manteniendo siempre una convicción clara entre lo que pensamos y hacemos. En este tiempo ustedes nos han brindado esta alegría, la más grande de todas, yendo a cualquier lugar con la convicción de lo que somos. Nos han representado de la manera más hidalga y leal que cualquiera en los últimos 40 años. 

Les quiero agradecer,  desde lo más profundo de este sentimiento, todo lo que han realizado por estos colores. Por nosotros, su gente, y por quienes amamos a la U sobre todas las cosas. Les quiero agradecer por lo que nos han brindado; Por su actitud, por su pasión y entrega por esta camiseta, a la cual abrazaron sin esperar nada a cambio. Les doy gracias por las copas, por las goleadas, por el reconocimiento del resto y el sitial donde estamos, pero más que eso, les agradezco la forma en que nos han representado, la manera en que se han convertido en nosotros y volcado esa identidad en una cancha. 

Agradezco, por último, la entrega incondicional de ustedes para con todo el pueblo azul, porque más allá de hacer su trabajo, han dedicado más de lo que necesario para hacernos felices a todos, solo por el hecho de la consecuencia.

Gracias por lo hecho y por todo lo que vendrá. 



"En la experiencia de nuestras vidas, nos aplaudirá la conciencia"